"El confuso estruendo de Londres era como el registro de un órgano lejano"

domingo, octubre 30, 2011

"Gone with the wind"

Volvía al café solo, no leche, no tres granos de azúcar, no agua de más, no galletas acompañando.

Lo tenía en su termo desaparecido y bien grabado en sus recuerdos. Lo agarraba fuerte hasta que se le fueron rompiendo poquito a poquito los huesos de los dedos. Hacían "crac" y quedaban colgando. Es que hacía mucho frío.
Avanzaba por la calle y todo era de color cemento y ceniza. Sus botas eran color sol, y su vestido color tierra. 

Mientras se alejaba o se acercaba, depende de cómo se quiera mirar, encontró a un hombre con pipa sentado en un banco. Un hombre muy hombre, muy con bigote y muy con chaleco y con labios secos.
Pasó a su lado y éste la buscó con los ojos. Ella arrastraba el paraguas al moverse y tarareaba.
"Mira, niña. ¿Ves este viento? ¿No es maravilloso? Es viento de castañas"

No se paró a ver si decía algo más, él giró la cabeza y miró para otro lado sonriendo. Así que ella hizo lo mismo. Caminó pensando en esa frase y en que el viento era amigo de castañas o mejor dicho, posesión de ellas. Pensó que igual todas las cosas tenían parte de viento para ellas y que ella ya no tenía nada, porque ella iba de aquí para allá, movía cosas y a veces se quedaba quieta, por lo tanto, también era viento, y si era viento, era posesión de castañas.

viernes, septiembre 16, 2011

"No more walks"

Cuando te roban una pierna, cuando no la necesitas y te la roban, la pérdida no es gran cosa. Por ello se la dio envuelta en papel rosa y con una carta de regalo. Que le arrebataran la otra ya no fue algo que se comente al tomar el té a media tarde. No estaba a gusto con esta idea pero tampoco hizo mucho por evitar el robo. No tenía tampoco muchas fuerzas y le costaba pensar.
Sólo necesitaba las dos manos: Una, para coger todas las velas posibles, y la otra, para prenderles fuego una a una, con mimo. Las repartía simétricamente en el cuarto de baño y apagaba las luces. Se veía en el espejo a duras penas y con la mano izquierda se quitaba la camisa y lo demás con la derecha.
Entonces sorteaba las velas de puntillas invisibles, y entraba en la bañera.
Sólo quería eso, nada más, quería mezclar lo tenue de su vida y de su cuarto de baño. Quería no necesitar nada más, quería oír sólo el agua y el fuego de las velas.
Quería no salir de ahí y arrugarse hasta que nadie la reconociera, quería ser otra y que la volviesen a necesitar, a ella, no sólo a sus piernas. No tenerlas más si hiciese falta, que jamás se las cosieran. ¿Quién quiere piernas si no puede caminar?

lunes, agosto 29, 2011

"Blink of an eye"

No hay muchas formas de decir adiós, le digo, y le dije ya una vez. Fíjese: A ese, al de la gorra azul, a ese sólo le dedicaría un "hasta luego" con sonrisa de mentira. Sin embargo, ¿ve a la señora del caniche? ¿Esa que va ajustada en sus verguenzas?, pues a esa, amigo mío, le regalaría un giño de ojo izquierdo que en su vida olvidaría. De esos que convierten las boca en paraíso de mosquitos.
A la ancianita del tocado, ¡esa que taconea aun yendo sobre piedras! A esa le dedicaría una sonrisa de oreja a oreja, o de este a oeste, si convertimos nuestra faz en un relojito de esos que delatan direcciones.
Bueno y ¿qué me dice acerca del niño alemán? ¿Ese que va en triciclo a donde quiera que vaya? Aquel niño no tiene desperdicio, se lo aseguro, se lo comería usted con patatas y salsa de tomate. Menudo niño, sí señor, de buena familia, de buen ser... A ese niño le digo adiós moviendo enérgicamente la mano y levantando las cejas hasta sacarlas de la frente, enseñando todos los dientes y exagerando todo el gesto para darle toda mi felicidad.

Pero sin duda, le digo, mi mejor adiós sería para ella. A ella, con esa confianza, con esa sobervia, con ese olor a vainilla... ¿Se fijó en la manera en la que bebe el café? Me atrevo a decir, le mordería la boca después de mirarla, y le diría que no habría adiós para ella, que siempre sería un "hasta la vista". Esa sería mi despedia, y no ese aburrido beso en la mejilla.

martes, agosto 09, 2011

"As time goes by"

Buscó en su cajón. Lo abrió mordiéndose el alma y rebuscó, que es distinto a volver a buscar. No encontró tinta en él: ni azul, ni negra, ni de calamar. Recargó, que no es volver a cargar, su vieja estilográfica. ¿Que con qué la recargó? Pues con saliva, desde luego (que no es lo mismo que "habrase visto")

Ya no trataba a las cosas de la misma manera con la que las trataba cuando se consideraba cosa ella misma. Ahora veía que un libro y un plato no se rompían de la misma manera, que un corazón era un libro, y la sensatez pura maldita porcelana.

Les contó (que no enumeró) a sus hojas, sus sospechas en cuanto al paso del tiempo. Les preguntó por qué si es una línea recta, los relojes mienten, y se visten de esferas.
Así que, decepcionada, dio un sorbo a los minutos y los escupió para perderlos un rato.
Ya nada se quedaba para ella, sólo el color azul de su estilográfica. Sólo ella sabía cambiar el color de la saliva.

lunes, agosto 08, 2011

"Creamed ice"

A veces se sentaba en el borde de los puertos, rozando un poco los barcos, contagiándoles la humanidad y enseñándoles que es mejor estar en el suelo que flotando en algo incoloro. Les ofrecía barquillos de comer a los pájaros, y ellos la picaban para decirle que lo que de verdad querían, era a ella. Ella les abría la puerta y les dejaba que confundiesen sus pecas con granos de maíz. Se dejaba, se dejaba llevar, o eso decía. 

Entonces un niño venía corriendo y tropezaba con ella. Caía al agua y sacaba sus manitas y chapoteaba pidiendo salir. Ella cogía sus pájaros y se los lanzaba, ella era así.
Veía cómo se hundía el flequillo del pequeño y cómo burbujas compartían superficie con los barcos. No parpadeaba, dejaba a su corazón ocuparse de eso.
Masticó los últimos pedazos de barquillo y mezcló ese sonido con el del mar. Se puso en pies y pisó los pájaros que quedaban sin vida en el suelo. Desde hacía tiempo se los encontraba por el camino, ya estaba cansada de sortearlos, así que jugaba a pisarlos, como quién juega a pisar las rayas de los suelos de las calles.
Se alejó ensuciándose las plantas y moviendo las manos simulando olas, dejando atrás al sol y caminando en busca de otra estrella más grande.

miércoles, mayo 25, 2011

"Oh"

Verónica, sabe. Verónica realmente sabe.
Sabe cuándo y con qué comestibles de catering. Ella toca la flauta y reúne centenares de Edelweiss para que la inspiren a ella y nada más que a ella. Versea cantos y la cubren con perfume. Sabe porque le chiflan sus pinceles, los ha descubierto, juega con ellos y los explota al máximo, como explotan las burbujas que Julia hace con su lengua. 
La de Julia.
Entonces ocurre, y ella lo hace: Su tonalidad se vuelve susceptible y su boca un universo.
La de Verónica.

Julia mientras se muere de envidia. Adolece de ganas y las adulza con pinturas. Pinta caudales por los que se imagina en compañía. Busca a algún pinchauvas, según Verónica, y se vuelve acuática junto a él.
Le pierde el hambre de rodillos de pintura y canela, en vez de los Edelweiss.
Verónica, sin embargo, no envidia a Julia. Ella achucha sus pinceles con cada acuarela, con cada fresa. Prefiere dar suaves, elegantes y ágiles pinceladas, a romper y emborronar partituras con un rodillo de pintura.

Pero claro, Verónica tiene guantes de encaje pequeños
y Julia, Julia tiene los ojos más grandes que el mundo jamás haya visto.

lunes, abril 25, 2011

"Eat me"

Doblé la carta en dos y te miré: Te tenía en frente, en mente, en boca y en sueños.

También tenía en frente tu cabello castaña, tus ojos verdes y tu palidez de arroz. Tu mover las manos, tu flequillo, tus carcajadas y tus nos.
Me sonreíste con ese descaro, con el que te pedía que te apartases, que mandases esos iris bien lejos, si querías verme con respiración en tu vida. Y eso que tú, sólo tú, renacías de noche y morías cada día.

Cuando por fin lo hiciste, volví a rotar la cabeza. Interpuse la carta entre tu barriga y mi palma. La deslicé hasta tu cintura y la dejé dentro de tu pantalón, de ti, de tu ropa interior. Te besé en la mejilla con horror y me aparté. Eras veneno, eras de esas cosas que queman si rozas. Eras algo que me moría por comer y que moriría sin duda si comiese. Eras tan tentadoramente apetecible que trituraba mi lengua hasta la insensibilidad, hasta lo adecuado para no usarla contigo.

Aún así te encantó mi valentía. Bajasate la vista al folio que asomaba por el pantalón, y de ahí a mi boca. Di un paso atrás y luego otro. Tú empezaste a acercarte y me quedé como se queda un pastel al lado de un vaso de leche.

Mi pulso se convirtió en una sinfonía y tus curvas,
tus curvas en mi voz.

jueves, abril 21, 2011

"Full swing"

El agua de la ducha hace milagros, créame. No sólo por su temperatura o su presión, no sólo por borrar manchas en pieles y por aclarar bien cremas. El agua caliente te piensa como eres y cómo deberías ser, en qué manera deberías actuar y con cuantos besos de por medio.

Escúcheme, capitán. Yo le hice un barco, uno de esos de madera y pegamento instantáneo. Le hice ventanas con los pies del pincel y, con la cabeza, pinté el resto. Escribí su nombre en un lateral y todas las gaviotas me preguntaron quién era. Contesté al viento y al resto les guiñé un ojo.

Escuche, capitán. Yo sólo quería demostrarle mi afecto, mi saber cuidar. Pero cómo bien me dijo aquel calamar gigante, el mar sólo vive una vez. Y es que, párese a pensarlo, párese a pensar cuántas sirenas perdió por el camino y cuántas medusas a desafiar.
Olvide el timón, olvide las velas sin fuego y deje el ancla por una vez en el bolsillo. Tírese conmigo a la tercera ola y llénese de sal, llénese de todos los corales posibles y no se arrepienta usted de haberlo hecho.
Viva, capitán.
Viva usted y viva la mar por ello.

domingo, abril 03, 2011

"Deadly"

Llegó regalando vapor al aire frío del invierno. Llegó con su gabardina marrón y botas a juego, con nariz roja y ojos en agua, con bajas temperaturas. Se detuvo delante de la puerta, de la madera, del castillo de dos cientos años y de la piedra. Sus anillos extrangularon sus dedos cuando la abrió y pensó que aquello era hermoso, algo lleno de sabiduría y de grietas con eco, algo majestuoso y tétrico al mismo tiempo. 
Caminó retumbando el palacio, ojeando candelabros sostenidos por telarañas, acongojada por cristaleras de colores fantasmales y multiformes, intactos aún con el peso de los siglos. Encontró la mesa más muerta de roble de todas las mesas: cientos de copas de cristal la cubrían, separadas entre ellas por centímetros exactos,  separadas de tal manera que se apreciase cada una de ellas y su elixir. Ella debía probarlas todas, como movida por instinto, como atraída por cantos de sirena, como dando su alma al diablo, sólo por caer y bañarse en el placer.
Cogió la que parecía estar llena de sangre y mojó los labios. Ella bebía así: se manchaba los labios y con la lengua los acariciaba, degustaba su sabor propio y el del veneno que acababa de cubrirlos. Cerró los ojos y cogió una bocanada de aire, dejándolo libre luego de forma exagerada y como disfrutando de algo plenamente satisfactorio, gimiendo casi, mordiéndose y jurando al cielo que aquello era algo bendito, algo seguramente prohibido. Cogió otra copa, esta vez una llena de cielo azul, y repitió la experiencia: gimió más fuerte, se hizo herida al morderse y cogió aire dos veces. A continuación escogió una cargada de canela hasta el borde: resopló y los limpió más de la cuenta, de forma exagerada, de tal manera que los dejó rojos y agrietados, insensibles a más placer. Temblando agarró una con timidez, y tan sólo el aroma hizo que se tuviese que deshacer de sus ropas de invierno. La acercó a su boca, tiritando de frío, despeinándose, insegura de sus manos y de lo que harían en su cuerpo si probase esa trampa para mortales, ese engaño para gente sólo como ella.

martes, enero 25, 2011

"Best served with a touch of milk"

Me leyó en un cuento y me sacó de ahí. Me dijo que lo había hecho para cubrir de una vez por todas de escamas sus avenidas. Y después de jugar con sus eses, me miró. Le dije que tenían un precio y que no podía andar cogiendo por ahí las pieles de la gente, que eso era robar y que al menos, debía ser educado y pedirlas por favor, o si no, ofrecer algo a cambio.
-¿Por qué cree que no la voy a sobornar para coger prestadas sus escamas?- Me mordí las orejas en señal de duda y esperé.
-No sé señor... Parecía usted muy decidido a cortármelas sin más y alimentar a los adoquines y demás ingredientes de aceras.
-¿Es costosa Saturno?
-Señor, Saturno es un planeta varón, es inadecuado decir "costosa" cuando se refiere a un varón...
-La tienen engañada, escamosa mía. Saturno es una planeta, y una de las más bellas y deliciosas que existen. La más de todos y todas las planetas. Pues bien, ¿se decidirá a contestar a si es costosa o se negará?
-Es costosa, señor, demasiado para cualquiera.
-Niña, yo le prometo que le compraré a Saturno si me presta sus escamas de color café. Le aseguro que se enamorará de ella y de su hermosura, de su órbita y su manera de bailar en ella. Nadie le hará oferta mejor que la mía y, si tiene que vender sus escamas, creo que este es el mejor trueque jamás ofrecido. ¿Le apetece la oferta? ¿O no le ofrece lo que a mí me ofrecería si la aceptase?
-Sepa usted, señor, que yo también soy hermosa. Mi órbita alcanza cualquier distancia que me plazca y bailo incluso cuando duermo, ¡y la mar de bien! Además, a mí no me faltan las escamas.

martes, enero 18, 2011

"Don't be a bee"

      Aquella noche era una de esas de persianas subidas y de corazones jugando a ser baquetas de tambores. El oxígeno era de Luna y de tu boca, o al revés. Se escapaba, no era lo suficientemente aspirable, no olía lo suficiente a tu peluche, ni a su algodón ni a su color grisaceo. Así que decidió respirarlo, aferrarse sólo a lo necesario, a tus recuerdos a té y a canciones mal entonadas, y deshacerse de tu frío y de tus no-sonrisas para ella. Lo cierto es que caminaba encima de sí misma y de los demás, cada paso era más profundo y hondo que el anterior. Sus intenciones eran inofensivas o sinceras, sabía que una de eas dos bailaba bien en su contexto. Lo hacía para no dejar a nadie vivo y que pudiese hacer daño a alguna abejilla más. A ella le gustaba compararse con ellas porque las abejas eran estúpidas, les volvían locas las flores con perfumes atractivos y colores engañosos. Automáticamente zumbaban de camino a ellas con las alas dibujando corazones y más que zumbido os juro que se parece más a un ronroneo. Aterrizaban encima de su parte más pomposa y llena de perdición, alimentándose de ellas, viviendo por y para ellas. Más tarde, después de beber toda su sensualidad, ocurría algo, incidente o accidente, y aquellas pobres bolitas de vestidos negros y amarillos, tenían que defenderse. Sólo que las abejitas no sabían que no levantarían cabeza, no sabían que si plantaban antenas, en vez de cara, no volverían a beber sensualidad nunca más, ni sentirían el polen bajo su barriga rechoncha, ni sus tres pares de pies volverían a sentir cosquillas encima de pétalos que contaban mentiras. Por todas esas razones, ella se dedicaba a pisotear cada flor que encontraba (literal y no literalmente) cada vez que las veía y las clasificaba como posibles asesinas de abejas. Maldijo el momento en el que no pisó a aquella de color negro y tallo verde, y en vez de eso, decidió clavarse su propio aguijón.