Compró su sombrero azul sólo para esa ocasión. Imaginó la escena y esperó a que la lluvia fuese torrencial para quitarse la ropa. Cuando fue así, la dejó toda encima del taburete de la esquina, y salió corriendo al jardín, al de atrás, al del paraíso de los girasoles. Burló a las ortigas y a las babosas. Engañó a los pájaros con sus canciones y chapoteó por todos los charcos de barro que encontró. Una de las veces se le cayó el sombrero al suelo, pero ágilmente volvió a hacerlo dueño de su cabello y de su alegría, y bebió la lluvia que rodaba de la frente hasta su boca. Sus miedos se fueron con los rayos de sol, sus dudas se escondieron como los grillos en la tierra y su exaltación brotó como los cuernos de todos los caracoles de aquel maldito jardín. Entonces fue cuando se dejó caer, se permitió resbalar disimuladamente, y mancharse de barro, agua y hojas secas. Aquel sí que era un buen mejunje pensó, esa era toda la ropa que necesitaba y que la haría joven, joven y mágica para siempre.
Toda la ropa que todos sabemos que ella siempre quería llevar aquel buen mejunje :)
ResponderEliminarLos caracoles no tienen cuernos! tienen ojos!!!
ResponderEliminarlos ojos son de mentira!
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