"El confuso estruendo de Londres era como el registro de un órgano lejano"

lunes, agosto 29, 2011

"Blink of an eye"

No hay muchas formas de decir adiós, le digo, y le dije ya una vez. Fíjese: A ese, al de la gorra azul, a ese sólo le dedicaría un "hasta luego" con sonrisa de mentira. Sin embargo, ¿ve a la señora del caniche? ¿Esa que va ajustada en sus verguenzas?, pues a esa, amigo mío, le regalaría un giño de ojo izquierdo que en su vida olvidaría. De esos que convierten las boca en paraíso de mosquitos.
A la ancianita del tocado, ¡esa que taconea aun yendo sobre piedras! A esa le dedicaría una sonrisa de oreja a oreja, o de este a oeste, si convertimos nuestra faz en un relojito de esos que delatan direcciones.
Bueno y ¿qué me dice acerca del niño alemán? ¿Ese que va en triciclo a donde quiera que vaya? Aquel niño no tiene desperdicio, se lo aseguro, se lo comería usted con patatas y salsa de tomate. Menudo niño, sí señor, de buena familia, de buen ser... A ese niño le digo adiós moviendo enérgicamente la mano y levantando las cejas hasta sacarlas de la frente, enseñando todos los dientes y exagerando todo el gesto para darle toda mi felicidad.

Pero sin duda, le digo, mi mejor adiós sería para ella. A ella, con esa confianza, con esa sobervia, con ese olor a vainilla... ¿Se fijó en la manera en la que bebe el café? Me atrevo a decir, le mordería la boca después de mirarla, y le diría que no habría adiós para ella, que siempre sería un "hasta la vista". Esa sería mi despedia, y no ese aburrido beso en la mejilla.

martes, agosto 09, 2011

"As time goes by"

Buscó en su cajón. Lo abrió mordiéndose el alma y rebuscó, que es distinto a volver a buscar. No encontró tinta en él: ni azul, ni negra, ni de calamar. Recargó, que no es volver a cargar, su vieja estilográfica. ¿Que con qué la recargó? Pues con saliva, desde luego (que no es lo mismo que "habrase visto")

Ya no trataba a las cosas de la misma manera con la que las trataba cuando se consideraba cosa ella misma. Ahora veía que un libro y un plato no se rompían de la misma manera, que un corazón era un libro, y la sensatez pura maldita porcelana.

Les contó (que no enumeró) a sus hojas, sus sospechas en cuanto al paso del tiempo. Les preguntó por qué si es una línea recta, los relojes mienten, y se visten de esferas.
Así que, decepcionada, dio un sorbo a los minutos y los escupió para perderlos un rato.
Ya nada se quedaba para ella, sólo el color azul de su estilográfica. Sólo ella sabía cambiar el color de la saliva.

lunes, agosto 08, 2011

"Creamed ice"

A veces se sentaba en el borde de los puertos, rozando un poco los barcos, contagiándoles la humanidad y enseñándoles que es mejor estar en el suelo que flotando en algo incoloro. Les ofrecía barquillos de comer a los pájaros, y ellos la picaban para decirle que lo que de verdad querían, era a ella. Ella les abría la puerta y les dejaba que confundiesen sus pecas con granos de maíz. Se dejaba, se dejaba llevar, o eso decía. 

Entonces un niño venía corriendo y tropezaba con ella. Caía al agua y sacaba sus manitas y chapoteaba pidiendo salir. Ella cogía sus pájaros y se los lanzaba, ella era así.
Veía cómo se hundía el flequillo del pequeño y cómo burbujas compartían superficie con los barcos. No parpadeaba, dejaba a su corazón ocuparse de eso.
Masticó los últimos pedazos de barquillo y mezcló ese sonido con el del mar. Se puso en pies y pisó los pájaros que quedaban sin vida en el suelo. Desde hacía tiempo se los encontraba por el camino, ya estaba cansada de sortearlos, así que jugaba a pisarlos, como quién juega a pisar las rayas de los suelos de las calles.
Se alejó ensuciándose las plantas y moviendo las manos simulando olas, dejando atrás al sol y caminando en busca de otra estrella más grande.