"El confuso estruendo de Londres era como el registro de un órgano lejano"

martes, enero 25, 2011

"Best served with a touch of milk"

Me leyó en un cuento y me sacó de ahí. Me dijo que lo había hecho para cubrir de una vez por todas de escamas sus avenidas. Y después de jugar con sus eses, me miró. Le dije que tenían un precio y que no podía andar cogiendo por ahí las pieles de la gente, que eso era robar y que al menos, debía ser educado y pedirlas por favor, o si no, ofrecer algo a cambio.
-¿Por qué cree que no la voy a sobornar para coger prestadas sus escamas?- Me mordí las orejas en señal de duda y esperé.
-No sé señor... Parecía usted muy decidido a cortármelas sin más y alimentar a los adoquines y demás ingredientes de aceras.
-¿Es costosa Saturno?
-Señor, Saturno es un planeta varón, es inadecuado decir "costosa" cuando se refiere a un varón...
-La tienen engañada, escamosa mía. Saturno es una planeta, y una de las más bellas y deliciosas que existen. La más de todos y todas las planetas. Pues bien, ¿se decidirá a contestar a si es costosa o se negará?
-Es costosa, señor, demasiado para cualquiera.
-Niña, yo le prometo que le compraré a Saturno si me presta sus escamas de color café. Le aseguro que se enamorará de ella y de su hermosura, de su órbita y su manera de bailar en ella. Nadie le hará oferta mejor que la mía y, si tiene que vender sus escamas, creo que este es el mejor trueque jamás ofrecido. ¿Le apetece la oferta? ¿O no le ofrece lo que a mí me ofrecería si la aceptase?
-Sepa usted, señor, que yo también soy hermosa. Mi órbita alcanza cualquier distancia que me plazca y bailo incluso cuando duermo, ¡y la mar de bien! Además, a mí no me faltan las escamas.

martes, enero 18, 2011

"Don't be a bee"

      Aquella noche era una de esas de persianas subidas y de corazones jugando a ser baquetas de tambores. El oxígeno era de Luna y de tu boca, o al revés. Se escapaba, no era lo suficientemente aspirable, no olía lo suficiente a tu peluche, ni a su algodón ni a su color grisaceo. Así que decidió respirarlo, aferrarse sólo a lo necesario, a tus recuerdos a té y a canciones mal entonadas, y deshacerse de tu frío y de tus no-sonrisas para ella. Lo cierto es que caminaba encima de sí misma y de los demás, cada paso era más profundo y hondo que el anterior. Sus intenciones eran inofensivas o sinceras, sabía que una de eas dos bailaba bien en su contexto. Lo hacía para no dejar a nadie vivo y que pudiese hacer daño a alguna abejilla más. A ella le gustaba compararse con ellas porque las abejas eran estúpidas, les volvían locas las flores con perfumes atractivos y colores engañosos. Automáticamente zumbaban de camino a ellas con las alas dibujando corazones y más que zumbido os juro que se parece más a un ronroneo. Aterrizaban encima de su parte más pomposa y llena de perdición, alimentándose de ellas, viviendo por y para ellas. Más tarde, después de beber toda su sensualidad, ocurría algo, incidente o accidente, y aquellas pobres bolitas de vestidos negros y amarillos, tenían que defenderse. Sólo que las abejitas no sabían que no levantarían cabeza, no sabían que si plantaban antenas, en vez de cara, no volverían a beber sensualidad nunca más, ni sentirían el polen bajo su barriga rechoncha, ni sus tres pares de pies volverían a sentir cosquillas encima de pétalos que contaban mentiras. Por todas esas razones, ella se dedicaba a pisotear cada flor que encontraba (literal y no literalmente) cada vez que las veía y las clasificaba como posibles asesinas de abejas. Maldijo el momento en el que no pisó a aquella de color negro y tallo verde, y en vez de eso, decidió clavarse su propio aguijón.