"El confuso estruendo de Londres era como el registro de un órgano lejano"

lunes, abril 25, 2011

"Eat me"

Doblé la carta en dos y te miré: Te tenía en frente, en mente, en boca y en sueños.

También tenía en frente tu cabello castaña, tus ojos verdes y tu palidez de arroz. Tu mover las manos, tu flequillo, tus carcajadas y tus nos.
Me sonreíste con ese descaro, con el que te pedía que te apartases, que mandases esos iris bien lejos, si querías verme con respiración en tu vida. Y eso que tú, sólo tú, renacías de noche y morías cada día.

Cuando por fin lo hiciste, volví a rotar la cabeza. Interpuse la carta entre tu barriga y mi palma. La deslicé hasta tu cintura y la dejé dentro de tu pantalón, de ti, de tu ropa interior. Te besé en la mejilla con horror y me aparté. Eras veneno, eras de esas cosas que queman si rozas. Eras algo que me moría por comer y que moriría sin duda si comiese. Eras tan tentadoramente apetecible que trituraba mi lengua hasta la insensibilidad, hasta lo adecuado para no usarla contigo.

Aún así te encantó mi valentía. Bajasate la vista al folio que asomaba por el pantalón, y de ahí a mi boca. Di un paso atrás y luego otro. Tú empezaste a acercarte y me quedé como se queda un pastel al lado de un vaso de leche.

Mi pulso se convirtió en una sinfonía y tus curvas,
tus curvas en mi voz.

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