El agua de la ducha hace milagros, créame. No sólo por su temperatura o su presión, no sólo por borrar manchas en pieles y por aclarar bien cremas. El agua caliente te piensa como eres y cómo deberías ser, en qué manera deberías actuar y con cuantos besos de por medio.
Escúcheme, capitán. Yo le hice un barco, uno de esos de madera y pegamento instantáneo. Le hice ventanas con los pies del pincel y, con la cabeza, pinté el resto. Escribí su nombre en un lateral y todas las gaviotas me preguntaron quién era. Contesté al viento y al resto les guiñé un ojo.
Escuche, capitán. Yo sólo quería demostrarle mi afecto, mi saber cuidar. Pero cómo bien me dijo aquel calamar gigante, el mar sólo vive una vez. Y es que, párese a pensarlo, párese a pensar cuántas sirenas perdió por el camino y cuántas medusas a desafiar.
Olvide el timón, olvide las velas sin fuego y deje el ancla por una vez en el bolsillo. Tírese conmigo a la tercera ola y llénese de sal, llénese de todos los corales posibles y no se arrepienta usted de haberlo hecho.
Viva, capitán.
Viva usted y viva la mar por ello.
Escúcheme, capitán. Yo le hice un barco.
ResponderEliminaryo tomo las decisiones más importantes en la ducha :)
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